Los semiconductores representan una de las industrias más globalizadas siendo al mismo tiempo, un requisito básico para el éxito de la transformación ecológica y digital. Parece que la crisis mundial del chip, que tras la pandemia ejerció un enorme impacto en los fabricantes de una amplia gama de industrias, está terminando, aunque muchos analistas auguran que nos dirigimos directamente a una nueva crisis al comprobar que algunos fabricantes ya han reducido la producción de chips porque la demanda está cayendo con la consiguiente caída de los precios.
Con el propósito de depender menos de China y de EE UU en la producción de microelectrónica y chips la Comisión Europea aprobó a principios de 2022 un programa de subvenciones por valor de miles de millones. Ahora crece la preocupación por los peligros de la cooperación económica con China, pero los lazos no deben cortarse por completo pues a la UE no le interesa alejarse totalmente de China, pues es el socio comercial más importante, incluso por delante de EE UU y a corto plazo no podría ser sustituida como proveedor.
Tras arduas negociaciones entre el Parlamento y el Consejo de la UE, este último acordó el pasado 25 de julio un Reglamento para reforzar el ecosistema europeo de semiconductores (Ley Europea de Chips), que pretende fomentar la producción de chips, crear un entorno favorable a la inversión y evitar cuellos de botella en el suministro y se centra en dos áreas principales: el refuerzo de la competitividad de la UE en el sector y el impulso de la transformación digital y ecológica. El texto está listo y podría entrar en vigor en el segundo semestre de 2023. El núcleo de la iniciativa es duplicar la cuota de mercado de los chips producidos en Europa hasta el 20% en 2030 y producir en Europa los semiconductores más complejos y eficientes desde el punto de vista energético
Es cierto que en las dos últimas décadas la UE ha perdido terreno frente a otras regiones productoras de semiconductores, si bien la presencia de empresas clave en la cadena de producción de chips, como ASML o Zeiss entre otras, junto con los recursos financieros de Europa y la creciente demanda de chips convencionales, constituyen una buena base para volver a reforzar su posición de Europa en el sector. Para ello la industria europea deberá hacer frente a una fuerte competencia, a pesar del anuncio de las futuras inversiones en el sector de los microchips, a la carencia efectiva de capacidad de producción y de una base de consumidores para los microchips más avanzados. La principal baza de la UE para recuperar su papel en el mercado de los semiconductores gira en torno a la flexibilización de la regulación para la aprobación de ayudas de Estado. Concretamente, la LEChips introduce la definición de una vía rápida para la aprobación de las ayudas hacia cierto tipo de proyectos.
Con todo, la medida de la UE llega tarde. En las últimas décadas se había producido una carrera de subvenciones en todo el mundo de la cual, la UE se había quedado rezagada. Ahora, la LEChips pretende contrarrestar esta situación. Pero ha recibido algunas críticas por su estructura, su financiación y su orientación estratégica. Si se quiere, puede ser demasiado limitada para sus ambiciosos objetivos y apuntar a las tecnologías equivocadas. Por su parte, la cadena de valor altamente fragmentada y los niveles de especialización en cada etapa de producción hacen que la soberanía tecnológica en chips sea poco realista. Programas similares en otras latitudes podrían llevar a un exceso de oferta, y no está garantizado que los usuarios europeos de chips estén dispuestos a pagar una prima por esta alternativa; además, las intervenciones en sistemas complejos como el comercio mundial tienden a producir consecuencias imprevistas que hoy no podemos prever. También sería más fácil llegar a un juicio definitivo si los microchips fueran la única carencia de Europa en tecnologías digitales.
Habida cuenta de los interrogantes que rodean al sector y el estado actual de la industria europea de semiconductores, es razonable preguntarse también qué diferencia marcarán los compromisos y las iniciativas propuestas en la nueva disposición. Ello obliga a profundizar más a fondo en relación con la respuesta que proporcionen todos los actores implicados en los desafíos específicos de la industria de semiconductores: competitividad, independencia económica, seguridad del suministro, infraestructuras y tecnologías críticas.
José Carlos Fernández Rozas, catedrático y director de la revista La Ley Unión Europea.