Dentro de las relaciones comerciales entre la Unión Europea y China, el recurso a de instrumentos de política comercial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha cobrado relevancia, especialmente en sectores estratégicos como los vehículos eléctricos a batería (BVE). La creciente competitividad de China en el sector ha generado tensiones entre ambos mercados, impulsando a la UE a tomar medidas para proteger su industria frente a lo que considera prácticas comerciales desleales con la imposición de derechos compensatorios, como se ha visto en casos previos con otros productos como los neumáticos y los tejidos.
En 2023, la Comisión Europea inició una investigación de oficio sobre los BVE chinos, considerando que estos productos se beneficiaban de subsidios que les permitían competir en Europa a precios artificialmente bajos. Como resultado de esta el 29 de octubre de en 2024 la UE impuso aranceles compensatorios provisionales a las importaciones de VE de China, justificando la medida con la necesidad de defender su industria frente a prácticas desleales y mantener un entorno de competencia justo.
El proceso de investigación abarcó aspectos económicos, desde las condiciones de producción en China hasta el impacto de estos productos en el mercado europeo. La Comisión analizó factores como el uso del suelo a precios subvencionados, financiamiento favorable y condiciones de mercado ventajosas que permitían a las empresas chinas ofrecer precios inferiores a los europeos. La UE identificó a empresas chinas como BYD, Geely y SAIC para evaluar el impacto de estos subsidios en el mercado europeo.
Como era de esperar la medida provocó una fuerte reacción de China, que acusó a la UE de proteccionismo, de perjudicar la cooperación económica global y de interpretar incorrectamente los programas de apoyo estatales a la industria de vehículos eléctricos. El 6 de noviembre ha iniciado consultas en el marco de la OMC y evaluó la posibilidad de aplicar contramedidas que afectarían productos europeos, como los vehículos de combustión y ciertos bienes agrícolas.
Ambas acciones reflejan la tensión creciente y la dependencia mutua: China es un mercado esencial para las exportaciones europeas, y la UE depende de componentes chinos esenciales para su industria automotriz. A nivel interno, la imposición de aranceles a los BVE chinos ha evidenciado divisiones entre los Estados miembros de la UE. Países como Francia e Italia, con industrias automovilísticas que compiten directamente con los VE chinos, apoyaron las medidas. Por el contrario, Alemania, que mantiene una fuerte dependencia de sus exportaciones a China, mostró una posición más cautelosa y se opuso a la medida, temiendo represalias chinas. España, por su parte, optó por la abstención.
Este conflicto ha generado tensiones adicionales, con China amenazando con posibles contramedidas, que incluirían aranceles a las importaciones europeas de motores de combustión de gran cilindrada, bebidas alcohólicas, carne de cerdo y productos lácteos, pero una escalada del conflicto comercial tampoco dejaría indemne a China: el consumo privado en Extremo Oriente se debilitaría en unos momentos en los cuales el mercado estadounidense está cada vez más cerrado y previsiblemente lo estará más tras la elección del presidente Donald Trump.
China sigue dependiendo en gran medida de las exportaciones a la UE y una escalada del conflicto comercial también tendría graves repercusiones en sus empresas, por eso se espera una reacción más bien prudente por parte de Pekín. Esta interdependencia podría llevar a una respuesta más cautelosa por parte de China para evitar daños en ambas economías. Mientras las consultas en la OMC siguen su curso, ambos actores deberían buscar una resolución negociada que evite una guerra comercial que perjudicaría a los sectores económicos de ambos bloques.
La escalada del conflicto comercial entre la UE y China ha complicado las relaciones entre ambos mercados, que están profundamente entrelazados. Mientras continúan las negociaciones en busca de una solución, la posibilidad de establecer acuerdos en torno a precios mínimos y máximos de exportación podría ayudar a mitigar las tensiones. No obstante, la Comisión Europea ha rechazado hasta ahora tales propuestas, exigiendo en su lugar una reducción directa de las subvenciones chinas.
La disputa sobre los BVE chinos evidencia la complejidad de las relaciones comerciales entre la UE y China y la necesidad de una estrategia de defensa comercial que equilibre la apertura de mercados con la protección de las industrias nacionales. Para la UE, una política comercial eficaz debe respetar las normas de la OMC y evitar respuestas proteccionistas extremas, mientras se incorpora objetivos de sostenibilidad y apoyo a la industria verde. La resolución de este conflicto tendrá implicaciones significativas para el futuro de las relaciones comerciales entre Europa y China y servirá de ejemplo para la gestión de otras disputas comerciales en un contexto global cada vez más competitivo.