La figura del abogado penalista sigue siendo clave para la defensa de los derechos en casos de delitos graves y complejos. No obstante, desde mi experiencia personal, observo un desafío importante para los despachos especializados en derecho penal: la falta de modernización tecnológica, lo que se refleja principalmente en dos áreas cruciales: la especialización y las herramientas tecnológicas orientadas al cliente.
La reticencia del sector legal a la velocidad del avance tecnológico, sin duda, tiene relación directa con la deformación profesional tradicional de los abogados y abogadas del entorno europeo, que se caracteriza por una marcada conciencia garantista, lo que apriorísticamente considero positivo. No obstante, ese recelo por la integración de una tecnología que interpreta un leguaje natural y revisa procedimientos y/o documentos de base jurídica, parece ser que tiene más de incredulidad que de prudencia. Sobre todo, en lo tocante a la implementación de la tecnología en los despachos por y para el cliente.
Los abogados muestran una carencia preocupante en cuanto a la preparación para los futuros litigios relacionados con legaltech y tecnología jurídica. El avance del derecho penal tecnológico, como la criminalidad informática o los delitos relacionados con la inteligencia artificial, exige una mayor especialización en nuevas áreas. A pesar de los cambios en el panorama judicial, muchos despachos penalistas parecen anclados en prácticas tradicionales que no se corresponden con los desafíos tecnológicos actuales.
A nivel tecnológico, se ha centrado mucho esfuerzo en mejorar las herramientas internas de los despachos para la gestión de casos, pero se ha desatendido el uso de tecnología que aporte valor al cliente.
Entre las carencias observadas, destaco la ausencia de información en tiempo real sobre el estado de los expedientes, algo que podría implementarse fácilmente mediante plataformas en línea; la asistencia virtual con IA para consultas sencillas fuera de horario, lo que ofrecería una atención más flexible y personalizada; o la automatización de trámites, como el seguimiento de casos o la programación de citas, que mejoraría la eficiencia y la satisfacción del cliente. El uso de estas herramientas no solo optimizaría la gestión interna, sino que aportaría un servicio más ágil y eficaz para los clientes.
El modelo de despacho penalista está en peligro de quedar obsoleto si no se enfrenta a la transformación tecnológica de forma proactiva. Desde la falta de modernización de procedimientos hasta la notable carencia de los despachos pequeños y medianos en la integración de inteligencia artificial, la profesión parece envejecer y, en muchos casos, no está preparada para las futuras demandas de litigios tecnológicos. La adopción de soluciones digitales, como asistentes virtuales y sistemas de gestión online, no es solo una cuestión de comodidad, sino una necesidad para mantenerse competitivo.
Los abogados penalistas necesitan una urgente modernización tecnológica para no quedar rezagados en un entorno judicial que exige cada vez más especialización en áreas tecnológicas y servicios orientados al cliente. Las herramientas tecnológicas no deberían limitarse al ámbito interno, sino que deben facilitar la experiencia de los clientes mediante un acceso más fluido y eficiente a la información sobre sus casos. Solo así podrán enfrentarse con éxito a los nuevos retos legales del futuro y satisfacer las necesidades de una clientela, qué duda cabe, cada vez más exigente.