La inteligencia artificial representa una frontera tecnológica que está transformando industrias, economías y nuestra vida cotidiana. En el corazón palpitante de la era digital, es la IA la que impulsa muchos de los avances actuales, desde, las tareas automatizadas hasta algoritmos predictivos y la aparición de herramientas financieras personalizadas. Existe una clara sinergia entre esta tecnología emergente y los profesionales, mientras la IA descifra los datos, la ingeniosidad humana aporta la esencia. En conjunto, son capaces de crear soluciones que redibujan los sectores tal y como los conocíamos. Frente a este fenómeno, la reacción de la Unión Europea parece más cautelosa que festiva. ¿Por qué? La respuesta radica en su enfoque regulatorio.
Si echamos la vista atrás y nos remontamos a los primeros días de la aparición de la blockchain y las criptomonedas, recordaremos esa sensación de asombro, de incertidumbre por adentrarse en lo desconocido que predominaba en el ambiente. Con el auge de la IA, esta percepción se ha multiplicado por diez. Sin embargo, en lugar de apoyar esta ola de innovación, la Unión Europea parece haber colocado barreras regulatorias prematuramente, y este movimiento puede tener un alto coste para los europeos.
Una prueba de ello es nuestro historial con las tecnologías emergentes. Europa se perdió momentos clave en la computación en la nube, los coches eléctricos y la energía solar, por centrarse en regular productos y servicios sin tener en cuenta el ritmo al que estos evolucionan y sus necesidades reales. El resultado nos lo dice todo, en la actualidad son los gigantes de otras regiones quienes lideran estos sectores. Hoy, con la IA siendo un game-changer la pregunta que debemos hacernos es si podemos permitirnos cometer los mismos errores que antes.
La excesiva cautela trae consecuencias. Biotecnología, tecnología de drones, realidad aumentada y realidad virtual, todos campos entrelazados con la IA, han visto a la UE quedarse atrás. Estas industrias no son solo maravillas tecnológicas, también representan oportunidades económicas, creación de empleos y el futuro del avance global.
La tendencia de la UE a regular antes de presenciar la implementación práctica es preocupante. Los emprendedores, incluso aquellos llenos de ideas revolucionarias de IA, se encuentran con obstáculos antes de comenzar siquiera. No son las complejidades de la IA lo que los disuade, sino el laberinto de la burocracia de la UE. Un comienzo tan obstaculizado dificulta que Europa pueda colocar líderes en la vanguardia de la innovación en IA. En vez de ralentizar y frustrar la innovación, debemos impulsar a los pioneros audaces que se sumergen en estos experimentos pragmáticos. Es su búsqueda incansable, agilidad y enfoque práctico lo que da a luz invenciones históricas, no discusiones estériles en los confines corporativos.
La regulación dinámica es lo que se necesita en este momento, una que evolucione simultáneamente con la innovación, permitiéndole florecer al mismo tiempo que garantiza su seguridad y ética. De ninguna manera estoy intentando promover un sentimiento anti-regulación. Las regulaciones son vitales y más allá de un simple protocolo, han de ser un compromiso sagrado para proteger a los usuarios y mantener su confianza. Pero en un campo tan transformador como la IA, deben ser ágiles, oportunas y de apoyo, no obstaculizadoras.
La historia de Europa está llena de logros pioneros e innovaciones revolucionarias. Sin embargo, no podemos vivir de los logros pasados. La revolución de la inteligencia artificial está sobre nosotros y debemos adaptarnos. Es preciso empoderar a nuestros profesionales, especialmente aquellos apasionados por la IA, para liderar el camino. Permitámosles experimentar, innovar y luego, con una mirada más informada, implementar regulaciones reflexivas.
Asimismo, tenemos la responsabilidad de construir sistemas equitativos en torno a esta tecnología disruptiva. Es imprescindible hacer hincapié en una capacitación variada, que sea sólida y transparente y en donde se evalúen los prejuicios para garantizar un modelo justo.
Los responsables de regular y tomar decisiones en Bruselas deben comprender la gravedad del momento. El mundo no espera por nosotros. Si deseamos que Europa siga siendo un jugador clave en la narrativa tecnológica global, especialmente en la IA, nuestro enfoque debe cambiar de la precaución al estímulo y de la restricción al respaldo.
A medida que la IA continúa su ascenso meteórico, la postura de Europa hoy determinará su posición mañana. Bruselas debe darse cuenta de que Europa no puede vivir eternamente de su riqueza de siglos pasados. Una hoja de ruta fundamentada en consideraciones éticas nos posibilitaría fomentar la modernización de los sectores a la vez que velamos por la seguridad de los usuarios. Para conseguirlo, también es necesario desmitificar las falsas creencias en torno a la IA y educar sobre esta nueva tecnología para que sus funcionalidades dejen de parecer abrumadoras.
Demostremos que hemos aprendido, defendamos la innovación, impulsemos los avances de la inteligencia artificial velando, a su vez, por una transparencia absoluta y reposicionemos Europa como la potencia que legítimamente debe ser en este mundo impulsado por la IA.
Eric Demuth es CEO y cofundador de Bitpanda
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