La magistrada de la Audiencia Nacional Ángela Murillo, presidenta de la Sección Tercera de la Sala de lo Penal, se jubila tras 44 años en la carrera judicial, de los que 33 han transcurrido en este tribunal especial y en los que se ha hecho cargo de asuntos de gran relevancia mediática como el ‘caso Nécora’, el ‘caso EKIN’, ‘Gescartera’ o el ‘caso Villarejo’.
Nacida en Almendralejo (Extremadura) hace 72 años, ingresó en la carrera judicial en septiembre de 1980 y su primer destino como juez de instrucción fue en Lora del Río (Sevilla). Por entonces, según recordaba ella misma, tenía 25 años y no era frecuente que el juzgado lo ocupara una mujer. Tal es así que, en sus primeros días, se presentó un hombre en su despacho y le preguntó por su abuelo, dado que la había confundido con la nieta del magistrado.
Tras su paso por los juzgados de Vélez Málaga y Onteniente (Valencia) estuvo 6 meses en un juzgado de instrucción de San Sebastián, pero ya ese mismo año (1986) consiguió una plaza en la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Madrid, donde al poco fue nombrada presidenta de la Sección Quinta.
Fue en mayo de 1993 cuando accedió a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, convirtiéndose en la primera mujer juez que tomaba posesión en este tribunal –Manuela Fernández de Prado fue designada a la vez pero tomó posesión posteriormente– y fue la primera mujer juez que presidió una sección de esa Sala, la Sección Cuarta, con mayoría femenina.
Del ‘Nécora’ a ‘los Charlines’ pasando por ETA
Recién llegada a la Audiencia Nacional se le asignó la ponencia del ‘caso Nécora’ –una de las grandes operaciones contra el narcotráfico de la historia reciente–, y a lo largo de su carrera ha sido ponente de conocidos sumarios como el de la ‘Operación Temple’ o ‘los Charlines’ relacionados con la lucha contra el tráfico de drogas, o asuntos relacionados con Al Qaeda o ETA.
Según explican quienes han trabajado con ella, la magistrada nunca ha perdido la costumbre de escribir con bolígrafo y papel, se llevaba los tomos de los sumarios a su casa, se los repasaba, se elaboraba sus propios apuntes y luego redactaba un ‘quién es quién’ con cada acusado. Lo hizo así antes del juicio de Al Qaeda y lo hizo también en el caso EKIN, donde se juzgó a 56 personas vinculadas a ETA, cuentan.
De ella, explican que cuando se enfrenta a un juicio, renuncia a su vida privada. Vive su trabajo intensamente; tan intensamente que ni siquiera sigue el tratamiento que la prensa hace del juicio en el que permanece absorbida. Apuntan que lo único que le preocupa es que sus sentencias sean sólidas.
Recuerdan que no dudó en absolver al ya histórico narco Laureano Oubiña en su primera acusación por narcotráfico por presunción de inocencia. De hecho, la propia Murillo aún recuerda que el acusado siempre le decía: «Doña Ángela, yo hachís sí, pero cocaína nunca».
Cuando más adelante Oubiña se sentó en el banquillo por tráfico de cocaína, Murillo estaba allí para recordárselo: «¿Ahora qué me dice usted, señor Oubiña?». Quienes han seguido su carrera como juez, cuentan que en otra ocasión Oubiña se atrincheró en el calabozo y no quería subir al juicio, y la magistrada no dudó en bajar al calabozo y convencerle para que el juicio continuara.
Murillo, declarada absolutamente apolítica, se define como «una juez de a pie que no vale para asistir a actos, ponerse mona y sonreir». De hecho, cuentan que cuando la plaza de presidente de la Sala de lo Penal estaba vacante, algunos compañeros la propusieron, pero ella no quiso concursar porque ese puesto implicaba mantener también una intensa vida social y a ella ni le gustaba, ni valía para eso.
El caso EKIN
Uno de los hitos de su carrera al frente de su Sección fue el juicio a EKIN en 2007, en el que fueron condenados 47 acusados de esa organización que fue considerada como «las entrañas y el corazón» de la banda terrorista ETA.
Quienes lo siguieron recuerdan que duró 16 meses y que fue rupturista por las continuas peticiones de nulidades por parte de las defensas que buscaban la suspensión del proceso.
Murillo atravesó entonces una difícil situación personal ya que su pareja sufrió una grave operación quirúrgica y, después de varios meses en la UVI, murió. Sin embargo, ella no quiso interrumpir el juicio y presidía la vista para luego por la noche acudir al hospital.
Durante la redacción de aquella sentencia, cuentan, algún funcionario se la encontró metida «literalmente» en una gran caja sucia de cartón, buscando documentación incautada para «armar» la sentencia.
El comentario a Otegi
Uno de los años que marcó también su carrera en la Audiencia Nacional fue 2010, cuando el Tribunal Supremo la apartó de la vista oral contra el dirigente de Batasuna Arnaldo Otegi por su supuesta falta de imparcialidad después de que realizara un comentario al encausado.
En aquella vista, Murillo preguntó a Otegi si condenaba a ETA y, ante la negativa de éste a ofrecer una respuesta, la juez le dijo que ya sabía que no le iba a contestar. El Supremo apartó a la magistrada del caso, que ejercía de presidenta del tribunal, al apreciar en ella «prejuicio». La vista oral fue repetida y el exportavoz de Batasuna resultó absuelto en ese procedimiento.
Posteriormente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) determinó que en la sentencia de la Audiencia Nacional que condenó a Otegi, Rafael Díez Usabiaga, Arkaitz Rodríguez Torres, Sonia Jacinto García y Miren Zabaleta Tellería en el ‘caso Bateragune’ se vulneró el artículo 6.1 del Convenio Europeo, ya que entendía el «temor legítimo» de los acusados a una falta de imparcialidad del tribunal.
Estrasburgo no vio «ninguna evidencia» que llevara a pensar que en el tribunal había «animadversión personal» hacia los acusados, pero sí que las «dudas» de éstos estaban «justificadas». Y todo partía de que en ese tribunal estaba Ángela Murillo, la magistrada que años antes había realizado ese comentario a Otegi.
Con la decisión del TEDH, la Sala Segunda estimó los recursos de revisión interpuestos por Otegi y el resto, y anuló la sentencia de 2012 que les condenó a penas de entre seis años y seis años y medio de prisión por un delito de pertenencia a organización terrorista.
La trayectoria de Angela Murillo en la Audiencia refleja también la evolución de este tribunal a lo largo de los años: Han quedado atrás los juicios de terrorismo de ETA, así como los procesos contra los grandes clanes gallegos de la droga. Ahora son más habituales los juicios de delitos económicos y corrupción política, algunos de ellos presididos por ella, como Gescartera, Ausbanc, la salida a bolsa de Bankia, o el Caso Villarejo.