En estas Olimpiadas del cambio que vivimos, participamos en una carrera de relevos en la que los profesionales corremos a velocidades distintas. Una carrera en la que la tecnología va en cabeza, mucho más deprisa que nuestra capacidad para alcanzarla.
Pensando en ello me viene a la memoria la historia de Abebe Bikila, corredor de maratón que logró el oro en los Juegos de Roma de 1960 corriendo descalzo. Traigo a esta tribuna su hazaña, como un símil con la carrera de relevos en la que nos encontramos hoy todos los profesionales, cada uno bajo unas características diferentes, pero con una meta común: adaptarnos a esta revolución digital y no quedarnos atrás.
Abede Bikilia corrió descalzo, y esa característica lo hizo único frente al resto (a los que además venció). La única forma de no quedarnos hoy rezagados es ir adaptando nuestra forma de correr, aprovechando aquello que nos hace únicos, pero siendo conscientes de que esta carrera de relevos no la podremos ganar solos sino integrando las capacidades y habilidades de las distintas generaciones que conviven hoy en una firma legal porque, como ya nos avisaba Darwin: “Las especies evolucionan a lo largo del tiempo y de aquellos rasgos que confieren a los individuos ventajas adaptativas en un entorno específico”.
Por un lado, tenemos la generación del esprint. Los corredores más rápidos -como Bikilia- suelen ser los últimos en recoger el testigo con la responsabilidad añadida de entrar en la meta. Una distancia de 100 metros que hay que realizar lo más rápido posible con el peligro de cometer un error al ver la meta demasiado cerca y no tener en cuenta otros factores. Aquí tenemos a los millenial o z, que han nacido en un entorno digital, en la era de la inmediatez, la información a un clic y la constante búsqueda de gratificación instantánea.
Como directora de Talento, últimamente observo en muchos profesionales jóvenes movimientos de 8 y 9 meses de duración en sus CVs. Antes de los 25, la mayor parte ha cambiado al menos una vez. Se incorporan con la ambición de encontrar proyectos apasionantes, pero tienen mucha prisa por alcanzar las metas y, cuando algo no les gusta o no va lo suficientemente rápido, optan por un cambio de firma antes de dejar madurar las cosas y llegar a ver los frutos de su trabajo. Les mueve el reloj, no la brújula y, para alcanzar la meta, hace falta mucho entrenamiento y no sirven los atajos.
Por eso, dentro de la carrera de relevos debemos pedirles a nuestros corredores más jóvenes que frenen esa necesidad de cambio constante, sobre todo cuando no responde a un objetivo realista. Esos movimientos tempranos pueden limitar el desarrollo y el arraigo de habilidades, la construcción de relaciones sólidas y la consolidación de conocimientos. Primero hay que sembrar para poder luego recoger en una carrera (profesional) que tendrá una duración de unos 45 años.
Por otro lado, están las generaciones de fondistas, baby boomers y generación x, que cuentan con mucho entrenamiento a sus espaldas, el conocimiento necesario y la experiencia de haber participado ya en muchas otras carreras, pero que se aferran a lo ya conocido. Los fondistas lideran normalmente las organizaciones y corren con resistencia, pensando en el todo y no sólo en una parte del camino, en una meta a largo plazo, analizando a su competencia directa pero también con cierta aversión al cambio. Los fondistas tienen el riesgo de quedarse atrás en un contexto que nos exige capacidad de adaptación y agilidad, desaprender para aprender, pudiendo llegar a entregar tarde el testigo y por tanto no llegar a tiempo a la meta.
La clave para triunfar en estas olimpiadas del cambio en el sector legal está en un buen equipo, estableciendo sinergias que solo podrán ser fruto de relaciones duraderas.
Para ello es necesario fomentar un ambiente colaborativo donde se valoren las perspectivas de cada colectivo, evitando por un lado que la generación del esprint desarrolle una carrera profesional intermitente tipo “Tinder” cambiando de equipo antes de consolidar la relación “no vaya a ser que me espere algo mejor en otro lado” y por otro que la generación de fondistas sea incapaz de adaptarse a la velocidad que demanda el mercado y el cambio les pase por encima viéndose obligados a dejar la carrera o no teniendo una generación preparada para coger el testigo.
Necesitamos de un liderazgo adaptativo que genere un entorno en el que seamos capaces de “compartir el relevo”. De integrar a las nuevas generaciones de velocistas con mentoría, escucha, involucración y feedback bidireccional constante, aprovechando la potencialidad de un equipo diverso, también en lo generacional, con el mismo compromiso, pero con capacidades, visiones y velocidades distintas. Sin desfondarnos ni quedarnos atrás.